jueves, 19 de abril de 2012

Dimensiones de la Comunicación



Dimensiones principales de la comunicación 


        Los cambios económicos y tecnológicos que ha traído consigo la globalización han hecho cada vez más frecuentes y más cotidianas  las situaciones en las que la  comunicación se establece entre personas que no comparten la misma lengua o variedad de lengua, que son originarias de países diferentes, que coinciden, pero que pueden también diferir en valores, actitudes, usos y costumbres. Dado que nuestra vida social es eminentemente comunicativa y dado que la comunicación no siempre fluye con facilidad -no siendo extraño que en consecuencia se produzca cierto malestar en los hablantes o que surjan pequeños malentendidos o, incluso, conflictos-,  estas situaciones de intercambio comunicativo a través de las culturas han despertado en las últimas dos décadas el interés de la antropología lingüística y de algunas ramas de la lingüística, como la sociolingüística y la pragmática contrastiva. Los contextos a los que se ha atendido han sido, especialmente,  el mundo laboral, los negocios, la escuela, los servicios públicos, y, por supuesto también,  el ámbito académico. 
 La comunicación intercultural es, sin embargo, un fenómeno complejo en el que interaccionan factores de distinta índole, por ello,  su estudio demanda planteamientos interdisciplinares y no reduccionistas. El objetivo de este artículo es, precisamente, mostrar esa complejidad.


1.    La dimensión comunicativa

El primer aspecto que debemos atender en este estudio es la dimensión comunicativa o lingüística (siempre que este último término se entienda en sentido amplio).  Al igual que otras prácticas sociales, las practicas comunicativas se regulan socialmente. Es precisamente, por el  papel constitutivo de otras prácticas sociales, que cada comunidad organiza sus intercambios comunicativos, de manera que se establecen normas acerca de cómo hablar, cuándo hablar, quién puede hablar, de qué y con quién (piénsense, por ejemplo, en cómo podrían realizarse sin intercambio comunicativo prácticas sociales como administrar justicia, enseñar, legislar, o practicar la medicina).


 Así, las entrevistas realizadas a niños y adolescentes de origen ecuatoriano y también de Marruecos muestran cómo la forma de llevar las clases llega a confundirles y de ella concluyen que los profesores no están interesados en su desarrollo  (Martín Rojo et al 2002). De manera que estos usos lingüísticos podrían favorecer inferencias sobre el tipo de situación comunicativa que se alejan de la clase. En el ejemplo que estudiamos estas inferencias se ven reforzadas porque la profesora ha elegido una estrategia docente muy eficaz, pero siempre difícil, el juego (concurso), ya que los alumnos han de aceptar que la finalidad de este es enseñar y aprender, y no divertirse. A esta conclusión les cuesta llegar a  toda en la clase. Ahora bien, es posible que las diferencias en la regulación de la comunicación  hagan todavía más difíciles a algunos alumnos, inferir dónde están los límites. En el ejemplo 3 vemos un ejemplo de cómo se desarrolla la dinámica conversacional.





2. Dimensión psicosocial
        Esta es segunda dimensión que vamos a estudiar y a la que acabamos de referirnos, la dimensión psicosocial. Cuando nos comunicamos no sólo intercambiamos información, sino que también negociamos nuestras relaciones con los otros, construimos la propia identidad y la de los otros, transmitimos una imagen propia y percibimos la de nuestros interlocutores. Es difícil, por tanto, comprender lo que sucede en los procesos comunicativos sin atender a estos aspectos psicosociales.
        Son, precisamente, los estereotipos que tenemos acerca de nuestros interlocutores los que pueden atenuar o exagerar la importancia de un “modo de hacer”. Por ejemplo, la interpretación del volumen y el tono de voz usual en la península no sería tan rápidamente interpretado por los hablantes latinoamericanos como un modo de imposición y dominación, de no ser por la imagen que del español ha emanado de un pasado de colonización y explotación. Como ya hemos señalado, en la interacción comunicativa, la “forma de hablar” suele ser interpretada como una “forma de ser”, por lo que los estereotipos son evocados y reconfirmados sin cesar.
        

3. Dimensión social

        La dimensión psicosocial nos conduce inevitablemente a la dimensión social, la tercera que queremos considerar. Esta dimensión se refiere a la asimetría social, especialmente en cuanto a las diferencias de estatus y poder entre los interlocutores.
        Estas diferencias hacen que los distintos modos de comunicarse se conviertan en mecanismos de diferenciación y exclusión social dado que ciertos hablantes están legitimados socialmente para imponer sus formas sobre otras. Más allá de que los hablantes mantengan estereotipos y de que usen la comunicación para afiliarse o separarse, lo que es relevante, en este contexto, es que esas diferencias sirven para legitimar el poder  de ciertos grupos de hablantes y la exclusión social de otros (la noción de mercado lingüístico de Bourdieu, y las aplicaciones que de ella se han hecho, explican este proceso).
De hecho, las situaciones de comunicación intercultural que mejor conocemos son aquellas presididas por la asimetría y las diferencias de poder. Por ello, los cambios en los patrones comunicativos asociados a los fenómenos migratorios han sido objeto de estudio prioritario de este campo de investigación.
Si nos situamos en el nivel macrosocial, rara vez encontramos políticas coherentes de transformación de nuestras sociedades, en las que se observan las consecuencias del cada día mayor desnivel económico entre el norte y el sur, y en las que ha aumentado la movilidad y en las que, por otro lado, se trata de sacar partido de esta movilidad tratando de obtener  mano de obra barata. A pesar de ello, y a pesar de la incorporación de trabajadores extranjeros, no se observan políticas transformadoras que tengan por objetivo la integración de la diversidad cultural, lingüística y religiosa. Por lo general y, en parte, como resultado de las tensiones sociales, de las reivindicaciones y del compromiso social, por parte de los colectivos de migrantes y de las fuerzas políticas y movimientos sociales que demandan la universalidad de los derechos fundamentales, encontramos actuaciones parciales y la creación de servicios dirigidos específicamente a los inmigrantes y no al conjunto de la sociedad. Este tipo de políticas incide únicamente sobre el colectivo inmigrante que debe con su esfuerzo incorporarse a los usos y formas de la mayoría.
Como consecuencia de ello,  las interacciones interculturales que encontramos  se producen en contextos institucionales, en los que los profesionales dan un servicio a un usuario que ha de contar con una serie de conocimientos: expectativas apropiadas de lo que cabe esperar de estas interacciones, conocimiento de la forma de llevarlas a cabo, de las normas y de la  lengua de la mayoría. En estos contextos, las interacciones son siempre asimétricas, pero esta asimetría puede incrementarse notablemente, y ello se refleja y reproduce en la comunicación. Además, si estas interacciones culminan con la exclusión, con la negación del acceso a servicios o beneficios, estas suelen “justificarse” o legitimarse culpando a la víctima, y en ello los modos de hacer y o la falta de competencia social del solicitante. Es en este tipo de instancias donde la actuación del mediador-traductor intercultural puede ser fundamental para facilitar la comunicación e integración.



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